lunes, 8 de junio de 2009

Prevención

La malaria es fácilmente prevenible: únicamente hay que prevenirse de los mosquitos, que es la única forma de contraer el parásito (excepto de madre a hijo, en el embarazo, donde también se puede transmitir). Es recomendable usar productos químicos repelentes o anti mosquitos, evitar caminar cerca de aguas estancadas, llevar ropa que cubran toda la piel, evitar salir de 6 a 8 de la tarde, que son las horas de máxima actividad del Anopheles...
En cuanto a vacunas, están en fase de desarrollo a gran escala, pero su investigación se ve entorpecida por los intereses económicos que podría generar. La investigación se comenzó a mediados del siglo XX y ya existen prototipos y vacunas, pero todas con eficacias bajas, en torno al 30% y 40%. La más exitosa hasta ahora es la desarrollada en 1987 por el doctor colombiano Manuel Elkin Patarroyo. En fase de investigación está también una vacuna del doctor Pedro Alonso, que prueba la eficacia de su remedio en Mozambique, y que ha tenido hasta ahora un éxito mayor que cualquier vacuna testada.
Otros formas que se consideran son modificar genéticamente al mosquito para que no transmita la enfermedad, otros grupos más radicales apuestan por causar su extinción suprimiéndole genes necesarios o bien utilizando de forma concreta y controlada pesticidas como DDT. También se investiga con pepinos de mar, ya que estos producen una proteína, la lecitina, que ralentiza el desarrollo del parásito en el cuerpo humano.

El tratamiento


El remedio a la malaria ha estado, a igual que la enfermedad, a disposición del ser humano durante la historia. Se trata de la corteza de un árbol que crece en los andes peruanos y en climas similares. Este árbol, la chinchona, debe su nombre a la condesa de Chinchón, esposa del virrey español del Perú, zona exportadora de esta "medicina". La corteza posee un alcaloide llamado quinina, de la misma familia de la cocaína o la morfina, y sus efectos contra la fiebre eran extremadamente eficaces en la época. Esta corteza fue utilizada por los incas en la América precolombina, y más tarde, en 1640, los jesuitas descubrieron sus propiedades medicinales y la enviaban a España, donde se introdujo como medicamento contra la malaria. En el siglo XIX, la quinina pudo ser aislada por químicos franceses, de forma que el principio activo podía ser suministrado a los enfermos sin necesidad de la corteza, suponiendo un nuevo avance en la farmacopea.
Actualmente, la malaria se trata con quinina en combinación a nuevos medicamentos basados en la artemisinina, surgidos gracias a los avances del siglo XX. Los parásitos Plasmodium han desarrollado éstas últimas décadas una resistencia a determinadas drogas usadas para eliminarlo, lo que obliga a cambiar su tratamiento con otras sustancias similares. Un nuevo y revolucionario medicamento es el ASAQ, que reduce a 1 pastilla todo el tratamiento de la malaria, y que gracias a sus fabricantes, los laboratorios Aventis junto a la DNDi (Medicamentos para las Enfermedades Olvidadas), costará menos de 1 dolar.

Síntomas

Los primeros síntomas pueden aparecer a los 10 días de haber contraído al parásito Plasmodium, en el peor de los casos. Lo normal es que aparezcan entre los 10 y los 30 días después de ser picado con un mosquito portador del parásito. Un caso excepcional es el Plasmoudium Vivax, un subgénero capaz de manifestarse a los 8 o 10 meses después de contraerlo.
El síntoma que suele adelantarse a los demás es el escalofrío, que viene acompañado con vómitos y fuerte dolor de cabeza. Estos síntomas se corresponden con la fase de ruptura de los eritrocitos, cuando los parásitos comienzan a producir gametocitos. Más tarde vienen fiebres altas, con picos de más de 40ºC, con una elevada sudoración. En esa fase los parásitos están invadiendo nuevos eritrocitos. Acto seguido, el paciente experimenta una mejoría general, ya que en esa fase los parásitos se están dividiendo en los glóbulos rojos sin causar males mayores. Todo este cuadro sintomático se repite cada 48 o 72 horas, en función del subgénero de Plasmodium del que seamos víctima.
Estos ciclos van debilitando ostensiblemente al organismo, y pueden aparecer complicaciones hepáticas y del bazo, ya que son los órganos más implicados en el desarrollo del parásito. El hígado le sirve como base, el bazo, encargado de limpiar la sangre, localiza y destruye muchos eritrocitos invadidos.

El plasmodium


El plasmodium es el género del parásito causante de la malaria, aunque de sus 500 subgéneros solo 4 afectan al ser humano: P.vivax, P.falciparum, P.ovale y P.malariae. Este parásito vive estrechamente ligado con el mosquito del género Anopheles, el cual le sirve como medio de propagación. El parásito se localiza en las glándulas salivales del mosquito, que al picar a un humano se introducen al torrente sanguíneo. Una vez allí, estas pequeñas colonias de plasmodium se hospedan en el hígado, entre los hematrocitos (células del hígado). Allí comienzan una reproducción asexual muy rápida, capaz de aumentar rápidamente el número de parásitos. Una vez culmina esta etapa hepática, los plasmodium vuelven a la sangre, donde se introducen en los glóbulos rojos o eritrocitos, y en su interior vuelven a reproducirse asexualmente. Finalmente rompen literalmente el eritrocito y regresan al plasma sanguíneo, donde algunos se transforman en gametocitos masculinos y femeninos. Éstos no pueden unirse en la sangre. Por tanto, es necesario que un mosquito vuelva a picar a la persona, de forma que los gametos del Plasmodium se unan en su intestino, y formen nuevos parásitos en las glándulas salivales del insecto, dispuestos a repetir el ciclo.


La malaria

La malaria o paludismo es una enfermedad que la humanidad tiene la desgracia de conocer desde hace mucho tiempo, y que perdura en la lista de enfermedades curables que más muertes ocasionan.
Su nombre original, paludismo, proviene del latín, ya que fueron los médicos romanos los primeros en documentarla. Concretamente procede del vocablo latino -palus, que en castellano se traduce como pantano, ya que estas zonas son hábitat del parásito causante de la enfermedad.
El término utilizado ahora, malaria, tiene su origen posteriormente, durante la Edad Media, y procede del término italiano "mala aria", mal aire en castellano. Fue llamada así ya que entonces se consideraba cierta la teoría miasmática de la enfermedad, por la cual la causa de las enfermedades serían los aires pestilentes y las aguas impuras.
La malaria ocasiona la muerte de casi 3 millones de personas al año, igualándose con otras enfermedades como el Ébola y el SIDA. Buena parte de estas víctimas se localizan entre dos sectores de la población especialmente vulnerables a esta enfermedad: los niños de corta edad y las mujeres embarazadas. Por otra parte la enfermedad es contraída por alrededor de 400 millones de personas cada año, si bien como se puede observar la gran mayoría sobrevive.
La malaria siempre se ha localizado en climas tropicales, ya que es en esos climas donde el mosquito Anopheles tiene su hábitat. Así pues, la malaria es frecuente en África Central, en el sudeste asiático y en América del Sur. No obstante, el cambio climático está extendiendo hacia el norte y el sur las zonas de actuación del mosquito, y no se descarta que en algunos años haya casos de malaria en Europa o Estados Unidos.